Capitulo 10
Lon prefirió
quedarse en el auto. Creo que les temía a las serpientes que vimos en el primer
árbol. Me pareció estúpido dejar el auto abandonado ahí, pero luego de todo lo
que había visto los últimos días, no me sorprendería que tuviera un sistema
antirrobos mágico.
El Amazonas era
enorme y húmedo. Atravesarlo era como caminar en un horno pegajoso y sin final.
De todas maneras, me encantaba. Nunca había visto un lugar como ese en mi vida,
y era simplemente hermoso. Las plantas y árboles crecían libremente, formando
una gruesa espesura que se sentía tan viva como cualquier animal. Todo era
verde y salvaje, algo que para una chica de ciudad como yo, era fascinante.
Y Pyró tenía razón
sobre los animales: había muchísimos de ellos, de clases que no había visto
jamás y muy hermosos, pero eran inofensivos. Veía bandadas de pájaros volando
de árbol en árbol, monos colgados de ramas, serpientes en las raíces de los
árboles, insectos escurriendo por el suelo… de todo. Incluso Pyró sonreía
observando el paisaje, como si lo disfrutara tanto como yo.
Cuando ya habíamos
caminado casi una hora y media, él se detuvo, por lo que yo también.
-¿Qué pasa? -le
pregunté.
-Quiero saber dónde
estamos –dijo, revisando sus bolsillos.
-¿Vas a hacer algún
hechizo para localizarnos? -le pregunté y él se rió, como si hubiera dicho algo
estúpido.
-Tengo un GPS
-contestó y sacó un aparatito del bolsillo, mostrándomelo burlón. Lo miré con
odio. No tenía idea de que él fuera un mago modernizado, pero aun así me
acerqué para ver lo que él veía.
-Estamos aquí -dijo
y señaló un punto en la pantalla- la cueva de las hadas esta aquí -dijo y
señaló otro punto más alejado- al menos según las indicaciones de Will -guardó
el GPS.
-¿Will conoce a las
hadas? -le pregunté.
-Conoció a una de
ellas al menos… -contestó él ambiguamente, haciéndome imaginar una historia de
amor prohibida.
-Bueno, hay que
correr -dijo Pyró y se ajustó las correas de la mochila.
-¿Qué? -pregunté
incrédula.
-Dentro de poco va
a oscurecer y en la noche es peligroso andar; no solo porque estamos en un
bosque tropical salvaje, sino además porque la noche es el momento ideal de los
espíritus de la oscuridad -me dijo.
-¿La noche?
-Sí, -afirmó- es
mejor cuando hay luna nueva ya que no hay indicios de luz, pero de todas maneras
es peligroso -dijo como si nada- bueno ¿vas a correr o te quedas acá
esperándome?
-Puf, como si fuera
a dejarte solo para que te hagan puré -le dije y el sonrió burlón. Luego salió
corriendo, conmigo pisándole los talones.
Debó poner a correr
en mi lista de las cosas que se me dan bien. Tal vez no esté bien que yo lo
diga, pero soy muy rápida. Tenía que disminuir la velocidad para no pasar a
Pyró, por muy molesto que fuera andar lento por él. Había tenido razón cuando
dijo que estaba anocheciendo. Cada vez el Amazonas se veía más oscuro y
tenebroso, poniéndome nerviosa.
Después de un rato
largo corriendo, él se detuvo de nuevo y yo paré también. Asombrada, noté que
ni siquiera me sentía cansada, a pesar de que habíamos estado corriendo por
casi media hora. Pyró revisaba el área, frunciendo el entrecejo.
-¿Es acá?
–pregunté.
-Creo que sí
-murmuró y volvió a sacar el GPS, revisándolo.
Iba a ayudarle,
pero me quedé absorbida por el árbol gigantesco que crecía frente a nosotros. O
sea, el Amazonas estaba lleno de árboles grandes, pero este era gigante a
comparación. Creo que ni diez personas tomadas de la mano podrían haber rodeado
el tronco. Además era altísimo, pudiendo hacerle al más pequeño
rascacielos.
-Según las
indicaciones del GPS es aquí, pero… -informó Pyró y se mordió el labio, mirando
al árbol- hay algo extraño...
-Tal vez deberías
hacer magia o algo, -apunté- tal vez haya una entrada mágica que haya que
accionar…
-Vos también
podrías hacer algo -me dijo, mirándome algo resentido.
-Perdón, pero yo me
perdí la clase de hacer magia –dije, burlona.
-No es muy difícil,
solo hay que pensar… oh perdón me olvidaba que vos no pensabas –replicó, con un
tono burlón.
-Claro, porque vos
lo haces mucho.
-Seguro que más que
vos -me discutió.
-Oh se nota,
especialmente porque estamos en medio de amazonas sin saber donde ¡por tu
culpa! -le grité.
-¡Vos tampoco
ayudas mucho!
-¡Sos un idiota!
-le grité y creo que hubiéramos seguido discutiendo si no fuera porque unas
formas aparecieron frente a nosotros; cortando nuestras palabras en un
sobresalto.
Eran dos. Uno era un chico de aparentes
dieciocho años, con el pelo marrón en un tono barro y unos ojos alargados y de
color verde; vestido con una armadura de bronce. El otro debía de tener treinta
y pico, con cabello color paja y unos ojos marrones. También vestía armadura,
pero la de el resplandecía bajo la tenue luz.
Se veían tan
ridículos que en algún otro momento me hubiera burlado de ellos, pero ahora me
sentía algo inhibida. Sus expresiones eran furiosas y empuñaban unas largas
lanzas, casualmente apuntándonos.
-¡Quietos o los
atravieso! -dijo el mayor.
-Eh… ¿Y estos qué
son? -pregunté a Pyró en un susurro.
-Hadas –masculló,
apretando los dientes.
-¡Silencio! -gritó
de nuevo el más viejo- ¿Qué hacen aquí y que intenciones tienen?
-Em… queremos ver a
las hadas -dije y los dos se rieron.
-Estas frente a
hadas, muchachita, -dijo el mayor,- mi pregunta es que desean...
-Necesitamos
información de Clarissa, sabemos que ella nos la dará -dijo Pyró.
Los dos hombres
intercambiaron una mirada, acercándose unos pasos.
-¿Quiénes son?
-pregunto el más joven- ¿Quién los ha enviado?
-Me llamo Alma,
Alma Grey… él es Erik Pyró y venimos de parte de Will… -decía, cuando recordé
que no sabía su apellido. Él simplemente se había presentado como Will a
secas.
-De parte de Will
Renlington -terminó Pyró y las dos hadas se pusieron en guardia de nuevo.
-¡Ese nombre no se
menciona aquí! -dijo el más chico, levantando aun más su lanza.
-¡Pero necesitamos
su ayuda!
-Descarado de parte
de ustedes pedir ayuda, siguiendo las órdenes de ese… -dijo el mayor, con una
mueca de asco- veremos que decidirá la reina de ustedes.
Entonces sacó una
bolsa, sacando un manojo de polvillo gris y nos lo lanzó. Con un toxico olor a
canela, de pronto todo a mi alrededor comenzó a derretirse, oscureciéndose.
Quise moverme, pero mis pies parecían plastilina, doblándose con suma
facilidad.
-Dulces sueños
-deseó y me desvanecí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario