jueves, 26 de junio de 2014

3ra Parte de la Precuela - Cuando el Rayo Cae

Hola a todos ! Les vengo a dejar la tercera parte de la precuela de la saga, :D Para los que son nuevos, pueden leer las primeras dos partes aqui mismo, en publicaciones más antiguas :)
Como siempre, espero que les guste y que lo disfruten tanto como yo ;) 
Nos vemos ! L.C. Julia :)

Leelo Aqui


martes, 17 de junio de 2014

La Segunda Parte de la Precuela ya esta !

Hola a todos, les traigo el segundo capitulo de Cuando el Rayo Cae :D perdón por la tardanza, pero también estoy escribiendo otro libro y se me complico armarme un espacio :P
Pueden verlo aqui.
Espero que les guste ;)
L.C. Julia

sábado, 7 de junio de 2014

Precuela - Cuando el Rayo cae.

Hola a todos, quería traerles hoy la primer parte de la precuela de esta saga en la que estoy trabajando. Cuenta la historia de como los padres de Alma (el personaje principal de la saga) se conocen. Espero que les guste ;)
PD: perdonen los posibles (y seguramente existentes) errores de redacción o ortografía. Podre haber empezado a escribir hace mucho, pero esas dos cosas siguen siendo mi nemesis :P


Capitulo 1.

Jonathan Grey no podía invocar su espada.
Era algo lógico, dado la presión y los nervios que caían sobre él, pero sus poderes mágicos no podían haberle fallado en un peor momento; con todos sus enemigos corriendo para matarle a él y a la misteriosa chica a su espalda.
¿Alguna vez escuchaste que tu vida pasa frente a tus ojos cuando vas a morir? bueno, John podía refutarlo. Su vida no se mostro como un montaje empañado y gastado, sino que el agotador día que había tenido se recreó en su mente como si algún ser sobrenatural quisiera reírse en su cara. 
El día había comenzado tranquilo, tenía que concederlo. La guerra seguía sacudiendo a la Tierra, con los estragos proliferando por todo el mundo como eventos casuales producto de la ira de la madre naturaleza. Incendios, erupciones, epidemias, destrucciones masivas, poblaciones masacradas… Los horrores de una batalla épica que reinaba en el silencio.
Y Jonathan era participe, un soldado más entre otros cientos iguales.
El era un descendiente, un hijo de un espíritu río, su madre, y un mortal, su padre; lo que conllevaba no solo un enorme poder, sino también una enorme responsabilidad. Los espíritus eran seres inmortales, fuerzas de magia que contenían el poder de un elemento natural o, como en el caso de él y tantos otros, una raza. Habían sido nueve grandes espíritus los que habían creado el mundo hacía milenios, vertiendo parte de su energía y de si mismos para crearlo. Tierra, agua, viento, fuego, metal, cristal, rayo, luz y oscuridad. Cada uno de esos elementos naturales encapsulados y latentes en cualquier parte del universo por la gracia de esos seres sobrenaturales.
Y aun así, John se encontraba peleando contra algunos de los poderes que lo habían creado en primer lugar; ¿irónico, verdad? John lo creía una broma de mal gusto. No le gustaba tener que pelear contra otros chicos como él, atados a una batalla eterna y repetitiva en la que ninguno había pedido formar parte.
-¡Grey! -gritó una voz, sacándolo de sus pensamientos. Uno de sus compañeros le gritaba desde adelante- ¡concéntrate y movete! -rugió y John chasqueó los dientes, ajustándose la armadura antes de salir a la lluvia de balas y flechas.
Un paisaje desolador se dibujó ante a él. Un lodazal de casi trescientos metros se extendía por el suelo, rodeado por cuatro poderosas paredes de gruesa roca. Escombros y desechos brotaban en cada metro cuadrado, como restos de una civilización destrozada e inexistente.
Solo que no lo eran. Todo eso era solo un maldito y agotador ejercicio del que se vengaría más tarde.
-¡Vamos, hermanito! -gritó una voz animada y feliz, y Lara saltó frente a él, cazando una imprevista granada del aire y lanzándola con todas sus fuerzas contra la muralla. Esta estalló, eliminando varias ballestas automáticas.
-Voy a matarte por esto -masculló el chico y ella río, corriendo hacia adelante, evadiendo los objetos aéreos y mortales como una acróbata.
John rápidamente dejó atrás el lugar seguro que había encontrado y salió hacia su próximo escondite. Sus compañeros corrían a la par de él, protegiéndose en grupo de los numerosos ataques que se desplegaban por todos los lados. Unos desafortunados pisaron el campo de minas oculto, volando por los aires en gritos hasta caer derrotados.
-¡Tres menos! -rugió una voz gruesa desde las alturas y John gruñó. Estaba bien que este fuera un “entrenamiento”, pero idiotas como Damián lo convertían en una masacre por diversión.
Corrió, evadiendo un campo de minas al saltar sobre un auto, cayendo del otro lado con una voltereta. Un sonido de metal cortante corrió hacia él, con el chico girando para derrumbar el alambre de púas que había ido directo hacia su cuello. Lo pateó lejos, siguiendo su camino hacia un pedazo de camión a medio destruir.
-¡Vamos, avancen! -gritó Gabriel desde el frente y algunos intentaron, pero pronto una línea de fuego salió disparada desde la muralla, desatando el infierno dentro del campo. Todos aquellos que estaban al menos a cincuenta o sesenta metros de la salida tuvieron que retroceder despavoridos.
-¡Lara, John, necesitamos ayuda! -gritó y el chico gruñó nuevamente. Sabía que Gabriel al ser un líder tenía que incentivarlos y todo, y siendo el novio de su hermana se veía a presionado a más en su caso particular, pero le molestaba que le agregara en las ordenes de pura lastima. Él sabía que su poder sobre el agua líquida era casi nulo, pero aun así siempre lo mencionaba, ordenándole que hiciera las mismas cosas que solo su hermana podía hacer.
-¡Agua! -gritó Lara, parando en el auto más cercano y John le lanzó su cantimplora, con otros tres siguiendo su ejemplo. La chica los abrió a todos con rapidez, apuntando su mano hacia ellas y luego señalando hacia el fuego con la mano extendida. El liquido salió de los recipientes borboteando, ganando grosor y litros al cruzar el cielo hasta caer como una lluvia precipitada sobre las llamas naranjas. Humo se disparó hacia los cielos, una enorme nube gris y cargada, mientras las llamas disminuían de grosor, peleando ferozmente para no morir.
-¡Avancen! -gritó Gabriel y todo el resto corrió hacia adelante, queriendo huir a toda velocidad. John entre ellos, con el chico calculando los metros que le faltaban para librarse de ese infierno. treinta, veintinueve…
Varias boleadoras salieron disparadas de ambas paredes, volando hacia el grupo en movimiento. John, como muchos de sus compañeros, se lanzaron al suelo, cubriéndose las cabezas mientras las peligrosas armas zurcaban el aire. Aun así, no todos reaccionaron tan rápido. Un par de chicas quedaron atrapadas en el fuego cruzado, con las sogas maniatándolas violentamente y lanzándolas al suelo.
-¡Dos menos! -gritó la voz de las paredes y Gabriel frunció el seño, pero miró a sus compañeros.
-¡Avancen! -ordenó, y los demás corrieron hacia la entrada, pero John no pudo hacerlo. Las chicas atrapadas eran sus amigas, Julia y Tamara. No podía simplemente pasar junto a ellas e ignorar sus gritos desesperados.
Desobedeciendo, corrió a la dirección contraria, saltando otro auto destruido hasta encontrarlas allí agazapadas. Las dos lo miraron con asombro, sorprendidas al verle sacar su cuchillo.
-¡Corre, John! -gritaron, pero el chico podía ver el dolor que sufrían. Las boleadoras no eran simples cuerdas y bochas como habían usado los gauchos en caza. No, eran de un metal blando pero duro como el acero, con los hilos apretándose más a cada momento y cortándoles la piel.
-Primero las voy a sacar de esto -masculló el chico, alzando su arma y bajándola a toda rapidez al enredo de cuerdas. Tal vez el metal fuera duro, pero la hoja de su cuchillo era de titanio. Corto los hilos plateados como si fueran de coser.
-¡Eso no se puede! -rugió una voz en las paredes y pronto un cañón se volteó a apuntarlos, con John gruñendo de rabia. Daniel se las iba a pagar.
-¡John! -gritaron las chicas y el chico les saco los restos de encima, levantándolas a toda velocidad y tirándolas a un lado. El cañón disparó, con una bomba silbando por el aire antes de golpear el auto. Un rugido y el fuego voló por los aires, liberando una oleada de fuerza que los tiró al suelo.
-¡Vamos! -gritó el chico, levantando a las dos chicas y cargándolas encima. Una nueva serie de boleadoras se dispararon, pero el chico las lanzó al suelo a tiempo, sacando su espada y cortando las sogas en pleno aire.
-¡John! -gritaba Gabriel adelante, habiendo todos salido afuera- ¡Ven aquí ahora!
-¡Cuando las saque! -le espetó el chico, levantando a las chicas de nuevo y avanzando. Aun así, cada trampa que el maldito entrenamiento podía soltar se liberó frente a ellos: fuego, bolas de acido, minas, bombas, trampas, todo. John tuvo que usar todo lo que tenía, con su espada y cuchillo desenfundados, mientras arrastraba a las chicas a cada lugar que pudiera cubrirlos. Flechas le golpearon, aquellas que no había podido detener, cortando sus brazos o los costados del pecho, pero él no pensó en el dolor. solo en los pocos metros que le faltaban por cubrir.
Le faltaban solo unos cinco metros cuando una trampa se activo sobre su pie, filosos dientes de metal chocando contra su piel en un festín de carne y sangre.
-¡John! -chillaron las chicas, rápidamente agachándose para ayudarlo, pero el chico las rechazo, empujándolas a la salida.
-¡Váyanse! -les ordenó, tan ferozmente que ninguna de ellas pudo contradecirlo. Las dos corrieron hacia sus compañeros, mientras John se miraba la pierna herida. La sangre borboteaba en ríos, con las planchas de metal bien hundidas a su piel. Carne viva se escondía entre las ropas.
Otros no hubieran podido soportar la imagen, pero John era un curador. Él veía heridas así a diario, incluso peores. Sin ningún rasgo cambiado, se agacho, desenterrando la trampa del suelo lo más rápido que podía. Podía escuchar el sonido de los cañones apuntándole, y el fuego virando, mezclándose con los gritos de sus compañeros. La desenterró, moviendo el metal dentro de su herida y lanzando un dolor punzante que hiso temblar su cuerpo, pero el chico evito pensar en ello. Solo buscó el mecanismo de aprensión en la maquina y comenzó a desarmarlo con su cuchillo.
-¡John! ¡Rápido! -gritó otra voz, pero él no podía distraerse. Si rompía la cuerda equivocada el mecanismo se presionaría con más fuerza.
-¡cuidado! -gritó una voz más cercana y un borrón salto frente a él, lanzando un objeto metálico a una bala de cañón aproximándose. Esta explotó en el aire, liberando una oleada de calor y humo asfixiante.
-Me debes una -murmuró la voz, su hermana volteándose a ayudarlo.
-¡Volve con el grupo! -le ordenó John, pero Lara no se movió, sacando su propia arma y comenzando a ayudarlo- ¡Lara, ándate! -le espetó, pero ella solo lo miró divertida.
-Mientras más rápido te saque esto, más rápido me voy a ir -comentó con una sonrisa socarrona, y John la odio, pero hiso lo que pudo para ayudarla, desbaratando la trampa en menos de un minuto y sacándosela. El chico soltó un gruñido de dolor, pero se las arregló para pararse, corriendo a tropezones hacia la salida con su hermana a rastras.
-¡Vamos, rápido! -gritó Gabriel, saliendo a ayudarlos para sacarlos de allí. Fuego les perseguía, destruyendo todo para alcanzarlos, pero apenas ellos cruzaron las puertas de bronce este se extinguió, con todas las trampas dejando de funcionar al instante y haciendo parecer al terreno un lodazal inofensivo.
-¡Mierda, John! -maldijo Gabriel, pero el chico simplemente se dejo apoyar contra la pared, recuperando el aire. No le importaba su opinión, ni tampoco las miradas de todos sobre él, murmurando cosas.
-Tu pierna es un desastre -observó Lara y el chico se encogió de hombros.
-Ya se curara -apuntó y la chica puso los ojos en blanco, parándose de nuevo.
-John, se suponía que tenías que correr con nosotros -le espetó Gabriel, frunciendo el seño.
-Perdón por tener corazón y querer ayudarlas -replicó él y Gabriel apretó los dientes, molesto.
-Sabes que era lo que tenías que hacer -insistió y John sonrió, burlón.
-Entonces me alegro desobedecer -apuntó y Gabriel apretó los puños, retirándose hacia los otros, con la mirada apenada de Lara siguiéndole.
-No tenes que ser tan duro con él -comentó, sin mirarlo- sabes que está muy presionado -dijo y John la miró.
-Que este presionado no significa que deba dejar a sus compañeros como carne de cañón -objetó y los ojos de Lara brillaron, ofendidos.
-Él no hiso eso -replicó- hiso lo que tenía que hacer -insistió y John puso los ojos en blanco.
-Hermanita, en serio que no estoy de humor para esto -replicó molesto- ustedes me arrastraron a este estúpido entrenamiento y sabes perfectamente que vine porque vos insististe. Si queres defender a tu novio y todas sus perfectas decisiones, perfecto, pero no lo hagas conmigo ¿está bien? -le espetó y la chica se mordió el labio, mirándolo furiosa.
-Sos insoportable -le espetó.
-Es de familia -objeto el chico, levantándose de la pared, y comenzando a caminar para alejarse.
-¡Grey! -gritó una voz a sus espaldas y el chico se giró para encontrarse a Daniel avanzando hacia él. La ira le brotó violentamente, caminando enceguecido.
-Daniel… -intentó advertirle Gabriel, pero el chico no pareció ver el peligro que corría, mirando a John incrédulo.
-¿Qué mierda fue eso? -iba gritando cuando el legado del agua lo agarró de la remera, levantándolo del suelo y estampándolo contra una pared.
Al instante sus compañeros se sobresaltaron, parándose para observar.
-¡John, soltalo! -le ordenó su hermana, pero él no estaba escuchándola ya.
-¿Qué mierda fue eso? -repitió irónico- ¡¿Qué mierda fue lo que vos hiciste?! -le espetó- ¡Nos podrías haber matado, Daniel! -rugió furioso y el chico lo miró molesto y asustado, intentando liberarse de su agarre.
-¡No iba a matarlos! -gritó,- ¡estaba haciendo mi trabajo! -se defendió.
-Tu trabajo es hacerlo difícil -le corrigió el chico, controlando su ira- ¡no convertirlo en una maldita masacre!
-¡John, es suficiente! -dijo Gabriel, interviniendo para separarlos y empujo a su amigo lejos de Daniel.
-¡Pero es un imbécil! -rugió John.
-¡No lo soy! -se defendió el chico, molesto, pero quedándose seguro contra la pared.
-Sí, si lo sos -le espetó Gabriel, lanzándole una mirada centellante que le hiso palidecer,- pero está no es la manera de acusarlo -dijo, entonces mirando a John, que aunque furioso, sabía que él podría tener razón. En un caso muy distante- Lara, ¿podes llevar a tu hermano a la enfermería? -pidió y la chica asintió, agarrando su hermano y comenzando a arrastrarlo fuera de allí.
-Vamos, -ordenó la chica, y el chico gruñó, pero la siguió sabiendo que era inútil negarse. Lara lo desmayaría y lo llevaría a rastras si era necesario- tenes que controlar ese carácter hermanito -comentó, divertida, y el chico soltó una carcajada sarcástica.
-Mira quién habla -apuntó y la chica soltó una risita.

La enfermería estaba dentro de la escuela, en el primer piso. La construcción era un lugar de cuatro pisos, hecha a ladrillo visto pintado de color azul oscuro y bordes blancos en las ventanas. Al menos trescientos chicos vivían allí, agrupados en las cientos de habitaciones que se disponían en los últimos pisos. Era un edificio enorme, abarcando un comedor, gimnasio, biblioteca, aulas varias y dormitorios, pero John siempre sospechaba de que algún encantamiento mágico debía actuar allí también, arreglando al espacio para que pudiera abastecer a todos cómodamente.
La escuela estaba ubicada en la base de una colina, con un bosque frondoso desempeñándose hacia abajo y llenando el aun más grande jardín. Aun así, una muralla había sido levantada en los límites, como medio de protección. Dentro del jardín había varias cosas, los galpones de trabajo para los legados del metal y la piedra, los centros de actividades y entrenamientos al aire libre y un cementerio, de entrada blanca y escondida tras enredaderas al costado.
John sintió vértigo al mirar ahí, desviando la mirada con una mueca. No era un lugar que quisiera observar en el momento.
Se dirigieron hacia la puerta, entrando por la parte de atrás del edificio. Los dos conocían tan bien el camino que avanzaban automáticamente, solo yendo más lento por la cojera de John.
Se cruzaron a varios compañeros, muchos conocidos con los que intercambiaban saludos, pero no se detuvieron a charlar. Con la pierna sangrante de John todos entendieron porque. El chico en algún punto lamentó dejar las gotitas de sangre que dejaba en el camino, pero tenía que admitir que no sería la última ni la primera vez que sucediera en ese lugar.
Pasaron por el pasillo y la mirada de John se abstrajo hacia la pared, allí donde estaba el monumento a los caídos. Era una vitrina larga que ocupaba toda la pared, con placas especiales a los costados, relatando los cientos o miles que habían muerto en las batallas de las últimas décadas. Más de la mitad de todos ellos habían muerto aun antes de que él hubiera nacido, pero con los avances de la fotografía, rostros habían sido enmarcados a la pared. Algunos eran viejos para que John pudiera recordarlos, pero luego había decenas que había conocido, algunos incluso  habían sido sus amigos.
Y como llevado por un imán sus ojos se trasladaron al rostro de una chica, bonita y de pelo marrón enrulado que miraba a la cámara con unos enormes ojos cafés.
Rápidamente desvió la vista. Eso no le hacía bien, no con toda la ira que cargaba encima.
Dejaron el corredor y entraron por dos altas puertas de madera oscura, con cientos de camas y paredes blancas quedando a la vista. Lara entró directamente, con su hermano naturalmente dirigiéndose a sentarse sobre una cama.
-¿Qué paso, John? -preguntó uno de los chicos de guardia, Axel, que tenía el pelo largo y rubio; como un Dios nórdico. Estaba sentado sobre uno de los armarios bajos, usando un uniforme blanco.
-Sesión de entrenamiento -explicó y Lara soltó una risa sarcástica.
-Se retraso por hacerse el héroe -apuntó, sacando bandas y alcohol- tiene suerte de que solo sea un corte -comentó y Axel río entre dientes, negando con la cabeza. 
-Que raro, -murmuró- lo bueno que consigue con tu turno, amigo, y quiero ir a almorzar -declaró, sonriendo burlón- cuídate -saludó, palmeándole la mano al salir.
-Bien, vamos a revisar esto -apuntó Lara, dejando todos los elementos sobre el colchón.
-Ya ni la siento -admitió John y su hermana le arremangó el pantalón rápidamente, acostumbrada a horas de trabajo en la enfermería. Al instante frunció el seño- ¿Qué? -preguntó el chico, espiando para mirar, y Lara se retiró, cruzándose de brazos.
-Ya se curó sola -comentó y el chico miró. En efecto, los músculos cortados se habían unido solos, lentamente cicatrizando.
-¿Y eso es malo porque…? -preguntó, y su hermana lo miró enojada, sacando una venda.
-No podemos contar con que nos curemos de todo, John, -dijo, comenzando a vendarlo- no seas estúpido con eso…
-¡Yo ni siquiera había pensado en eso! -se quejó él. Tenía razón. Él no tenía la culpa de que la sangre de su madre hubiera revolucionado su sistema regenerativo e inmunológico, haciendo que los dos se curaran a gran velocidad de cualquier herida o enfermedad que contraían.
Sin embargo, ninguno de los dos quería aprovecharse de esa habilidad, no estando seguros de que hasta que punto sus heridas serían curadas.
-Algún día vas a terminar hecho pedazos y te vas a joder cuando no funcione -comentó Lara.
-Y entonces te voy a tener a vos, hermanita -comentó John sonriendo y la chica ató la venda con fuerza, liberando una punzada de dolor por toda la pierna de su hermano.
-Idiota -murmuró Lara, pero parecía estar conteniendo una sonrisa, mientras acomodaba los elementos que había sacado. Luego de un corto silencio en el que John probaba su pierna, ella volvió a hablar, sin mirarlo- siento haberte molestado antes. Tendría que haber sido más comprensiva…
-Está bien, Lara -le aseguró John- sé que fue estúpido hacer eso y que tenía que haber seguido las ordenes de Gabriel. No volverá a pasar…
-¿No? -preguntó la chica, sonriendo con tristeza y lo miró, haciendo que un viento helado soplara contra él- no apostaría por eso…
-Lara… -empezó a decir John, intentando detenerla, pero ella siguió hablando.
-Mira, sé que algo pasa, John, y me preocupa -afirmó ella, mirándole dolida- desde el accidente de Johanna…
-Lara, no -la cortó el chico, intentando controlar su molestia- no quiero hablar de eso, ¿está bien? -pidió y la chica hiso una mueca.
-Solo estoy preocupada, Johnny, -murmuró, usando el apodo que solo ella estaba permitida de usar, siendo un truco realmente sucio de su parte; ablandándolo.
-Estoy bien, -le aseguró el chico- no creo que sea el primero que odie ese estúpido entrenamiento…
-Pero serias el primero que desafía las reglas a costa de su vida -comentó ella, casi en reproche, y él solo le apretó la muñeca, sin atreverse a mirarla. Sabía que ella tenía razón, pero no iba a admitirlo.
-Nos vemos luego -murmuró, sonriéndole levemente antes de salir por la puerta, con cada zancada volviéndose más pesada a medida que se iba.

El día, no mejoro demasiado después de eso. John se encargó de sus clases de siempre y los entrenamientos obligatorios dispensados por las inminentes batallas. Escucho de tantos enfrentamientos, en tantos distantes lugares, que no pudo evitar aliviarse cuando la fachada de la escuela solo se veía por los espejos de su moto.
La mayoría del alumnado dormía y vivía dentro del edificio, pero John y Lara habían tenido una vida paralela antes de saber de esta. Habían ido a la escuela, vivido en un barrio decente y jugado con niños corrientes demasiado tiempo como para que el encanto de esa vida tranquila, y tan opuesta a la realidad, se perdiera del todo.
Cuando su padre había muerto, la casa en donde vivían quedo a nombre de sus hijos, pero sin familiares vivos y sin la edad para cuidarse solos según la ley, había sido la gracia de Will Relington, inmortal director de la escuela, que no habían quedado en un orfanato. Aun así, la casa quedó a su disposición, siendo alquilada por los seis años que John tuvo que esperar a tener la edad suficiente para manejarla por su cuenta; dejándoles dinero y un lugar a donde escapar cuando las cosas se volvían difíciles.
Y John había escapado allí desde hacía meses, fingiendo que regresaba de un arduo trabajo en vez de venir de una guerra.
La casa no era la gran cosa. Pequeña, con un salón, cocina, y dos baños y habitaciones tras un pasillo. Aun así llenaba a John con una tranquilidad que ningún otro lugar podía lograr. Una sensación de propiedad, de obtener algo más que sangre en una espada o una palmada en la espalda cuando las cosas salieran mal.
Lentamente dejó sus cosas en la entrada de la casa, junto a sus desparramados libros de medicina. Había empezado las clases apenas había terminado oficialmente la escuela secundaria, pero difícilmente necesitaba leer esas páginas llenas de polvo. La medicina estaba en sus venas, no esperando para ser aprendida sino esperando a ser usada, y cuando todo terminara John esperaba disponerla en otro lugar más que en la enfermería de la Escuela.
Aun asi, necesitaba un titulo para eso, no bastando solo con saberlo todo, y los libros servían de tapadera. Al menos para cubrirle mientras dormitaba en clases. 
Cansado, se fue a la cocina, revisando si tenía algo que comer, pero solo lo esperaba unas alacenas vacías. Gruñó para sí mismo, recordando como la noche anterior Lara y Gabriel habían llegado de sorpresa para cenar, consumiendo sus cuidadas provisiones.
Entonces, cuando se planteaba entre sí ir a la tienda a abastecerse o resignarse a ordenar una pizza, oyó el sonido que cambiaría su vida para siempre.

Un grito, doloroso y agudo, que se filtró desde sus mismas ventanas. un gritó que se silencio en explosiones y que empujó a John afuera de su casa antes de que pudiera entender lo que hacía. 

lunes, 2 de junio de 2014

Para que conoscan un poco más de esta saga, les dejo los primeros dos capitulos de La Hija del Rayo:
https://docs.google.com/document/d/1bWrkvLPO2Vdjb1puwcLw9uHiXQ7FohqQ4Mscr4SnDFE/edit?usp=sharing
Espero que les gusten ;)
Gracias por pasarte por mi blog ! :D recuerda que puedes dejarme tus opiniones en los comentarios ! :D
Es mi deber advertirte que si te vas sin dejar uno o expresandote groseramente nuestro grupo de mutos, dementores, penitentes, quimeras y demás criaturas saldran a cazarte u.u
(Mentira, solo liberamos a los mutos ;) Besos ! )