Cuando el Rayo Cae - Capitulo 16



Capitulo 16



Después de haber visto a su auto dado vuelta y destruido en plena ruta, John supuso que verlo estancado en una zanja no haría alguna diferencia. Se equivocó. Ver al Camaro en cualquier situación dolía como el infierno.
El auto estaba estancado en la zanja al menos medio metro adentro, con los pedazos de tierra y barro desparramados por el capo y los vidrios. Una rueda estaba completamente enterrada.
-¿Llovió hace poco? –preguntó Gabriel confundido, mirando todo desde arriba.
-No lo sé, -dijo Lara, acercándose a la tierra solo para fruncir el seño- bueno, esto es extraño… -murmuró, acercándose más.
-¿Qué cosa? –preguntó su hermano, incrédulo.  
-La tierra no está húmeda –repitió Lara y John se acercó a ella, palpando la tierra esperando a que se le pegara; pero nada pasó. El lugar se sentía tan seco como si aun estuviera bajo el sol.
-No tiene sentido… -replicó, mirando el auto una vez más como para asegurarse- ¿Cómo se hundió así sin que estuviera húmedo?
-¿Íbamos muy rápido? –sugirió Gabriel, con duda, pero Lara negó con la cabeza.
-La tierra hubiera saltado en pedazos, no se hubiera hundido –declaró ella.
-Todo esto es muy extraño… –dijo Leian, cuyos ojos estaban duramente fijos en la casa. Sus luces encendidas parecían un faro remoto.
-¿Crees que hay alguien ahí? –preguntó John, notando el brillo de desconfianza de sus ojos.
-Hay alguien ahí –afirmó, lanzándome una mirada extraña- solo que no estoy segura de que… -dijo, haciendo que un aura oscura comenzara a cubrirles. 
-¿Y qué hacemos? –preguntó Gabriel- ¿vamos a averiguar? –inquirió, mirando a John en busca de un plan. 
-No lo sé… -dijo el chico, mordiéndose el labio indeciso. No estaba seguro de que fuera la mejor idea, especialmente cuando no sabían lo que los esperaba adentro.
-Al menos podríamos encontrar alguien que nos ayude –opinó Lara- no sé, a menos que te guste la idea de… -iba diciendo, cuando el ruido de un motor la interrumpió, un motor acercándose rápido- mierda, ¡cuidado! –gritó, saltando abajo y llevándose a su novio consigo, antes de que un auto saltara sobre la zanja, estrellándose como si se tratara de masa. El metal crujió horriblemente mientras saltaba y corría por el campo en trote violento.
-¡Mierda! –gritó Gabriel, parándose y cubriendo a Lara- ¿de dónde demonios salió eso?
-No lo sé, pero… -empezó a decir Lara, cuando otro nuevo sonido vino desde el costado, con Leian gritando.
-¡Muévanse! –gritó, agarrando a Lara para atraerla hacia ella, pero no llegó a alcanzar a Gabriel.
-¡Gabriel! –gritó la chica, pero él desapareció mientras el metal azul pasaba a toda velocidad, estrellándose justo al lado del Camaro- ¡¡Gabriel!! –aulló Lara, luchando por soltarse, cuando vio al chico levantándose del otro lado, sacudiéndose la tierra- ¿estás bien? –preguntó y él asintió.
-Solo tengo un pulmón lleno de tierra –comentó, tosiendo y haciendo una mueca de asco.
Leian alumbró el auto con su poder eléctrico, mostrando a una mujer pálida y con los ojos en blanco. Su cabeza estaba caída hacia un costado y con la boca entreabierta, como si se hubiera ahogado con algo. John tuvo nauseas.
-Muerta –murmuró el espíritu con los labios apretados- debemos salir de aquí –dijo.
-Estoy de acuerdo –dijo Gabriel, pasando por encima del auto para reunirse.
-Pero si vamos hacia la casa, podría ser… -empezó a decir John, pero su réplica fue cortada por el sonido de otro auto acercándose a toda velocidad, helándole la sangre- bueno, lo pensaremos después, ¡vamos! –gritó rápidamente, subiéndose a la zanja y comenzando a subir junto a todos sus amigos mientras el nuevo auto aparecía desde la completa oscuridad, golpeando el automóvil de la mujer y volteándose en un gran estruendo.
-¡Cuidado! –gritó Leian, deteniéndoles a todos mientras otro auto corría frente a ellos, resbalando en la tierra y derrapando peligrosamente a solo unos metros- ¡Vamos, sigan hasta la casa! –ordenó, comenzando a correr y pronto ganándose una buena distancia.
-¡John! –gritó Lara, corriendo y empujándolo a un lado justo al momento que un auto aparecía por el costado.
-¡Lara! –gritó el chico, girándose para ver a su hermana saltando el pequeño Gold que se le abalanzaba, poniendo una mano sobre el capo y  usándolo de impulso. Gabriel la agarró del otro lado, medio alzándola mientras seguía corriendo.
-¡Vamos, Movete! –le gritó a John, haciendo oídos sordos a las exigencias de Lara porque la bajara. Su hermano volvió a la vista enfrente, viendo como Leian les hacía señas a solo unos metros de la casa, ordenándoles que fueran más rápido. Otro auto apareció a su dirección, pero antes de que John hubiera podido advertirle, la chica había saltado en una perfecta voltereta, girando en el aire hasta finalmente bajar a tierra… solo para que otro auto la tomara por sorpresa y la arrollara sin piedad.
-¡Leian! –chilló John, sintiendo como su alma escapaba a través de su garganta. Sus pies avanzaron a toda velocidad, viendo como el espíritu del rayo rodaba por encima del capo, cayendo sobre el suelo en un flash plateado- ¡Leian! –volvió a gritar, acercándose a todo lo que le daban los pies, cuando de pronto todo el cielo se sintió cargado, más oscuro y húmedo que hacía un segundo. Chispazos brotaron en los cielos, mientras el espíritu del rayo se iluminaba, pequeños relámpagos brotando de ella como piernas de araña que golpeaban la tierra.
John se quedó estático, demasiado sorprendido mientras todo el aire se cargaba de electricidad. Los metales vibraron mientras ese enorme campo magnético se alzaba. Los rayos levantaron a Leian, haciéndola flotar sobre la tierra, sus cabellos flotando al cielo y sus ojos llenos de furia, totalmente blancos como si estuvieran hechos de leche. Una mueca de rabia se dibujó sobre sus labios y supe que lo que vendría no sería lindo, alzando la vista a los cielos para verlos retumbar y estallar en enormes destellos azules.
Por un segundo, el mundo parecía a punto de atizar contra ellos. Para el siguiente, parecía haberlo hecho.
El cielo se iluminó en un flash cegador, como si de pronto se hubiera vuelto blanco y azul. El viento golpeó contra el grupo, como si quisiera huir en ese instante de silencio. Y entonces el rayo golpeó, una enorme y quebradiza fuerza destructiva que golpeó el suelo a solo metros de distancia.
El efecto fue instantáneo. La tierra saltó como si entrara en erupción, abriéndose en un enorme cráter que cavaba cada vez más profundo. Líneas quebradas corrieron por todo el terreno, incluso llegando hacia nosotros como en un terremoto. El halo de explosión destruyó dos coches que fueron asaltados desprevenidos y lanzó una onda de fuerza que lanzó a John volando por los aires.
Pero lo peor era que, aunque la destrucción era terrible, no era el problema. El rayo lo iluminó todo de tal manera que por primera vez en kilómetros pudieron ver el terreno que nos rodeaba… solo que nadie los hubiera preparado para lo que seguiría.
Decenas y decenas de coches corrían salvajemente sobre la ruta y los campos, manejando en círculos o desempeñándose hacia su dirección a toda velocidad. John supo que si no salían de allí en un minuto, no llegarían jamás a la casa. Terminarían atropellados hasta la eternidad.
-¡Chicos, vamos, muévanse! -gritó el chico, girándose hacia su hermana y Gabriel que estaban tambaleantes detrás.
Nuevos rayos comenzaron a golpear la tierra, atacando a los autos y haciéndoles volar en pedazos. John trató de no pensar en los conductores. Pese a que eran cadáveres, la imagen le dejaba una mala sensación en el estomago. Se deslizó sobre una camioneta que huía, y corrió hacia el espíritu, haciéndole señas desesperadas.
-¡Leian, metete adentro! -ordenó.
-No puedo… -masculló ella, pero él no la dejó terminar. La agarró del brazo y tiró de ella hacia adentro. La sensación sería irrepetible. El ardor de sus manos era tan fuerte que todo el cuerpo de John sintió espasmos. La electricidad golpeaba como látigos sobre su piel. Si seguía así, sentía que iba a desfallecer, pero se concentró en seguir corriendo, tirando hacia la casa a Leian mientras ella era obligada a correr tras él. Cada paso parecía quebrarlo, siendo cada vez más difícil caminar, pero John se forzó a seguir corriendo mientras cruzaba la galería, pateando la puerta y abriéndola en par en par.
Lamentablemente su fuerza pareció acabarse allí. se derrumbó apenas puso un pie dentro, soltando finalmente a Leian.
-¡John! Tu, imbécil idiota… ¡¿Qué demonios estabas pensando?! -gritó el espíritu. El chico no pudo menos que suspirar. Idiota parecía ser su apodo cariñoso- ¡¿Cómo me agarras en ese estado?! ¡Podría haberte matado, imbécil!
-Quería entrar rápido -se quejó el chico, sintiendo como sus pulmones ardían como si intentara respirar humo.
-¿Estás bien, John? -preguntó Lara, agachándose junto a él para revisarlo y él asintió.
-Solo me duele…
-¿Qué cosa?
-¿Todo? -casi preguntó John y la chica sacudió la cabeza, sonriendo.
-Pequeño estúpido… -murmuró, casi descreída y John tosió, extendiendo la mano para que su hermana lo ayudara a levantar- lo bueno es que al menos llegaste hasta acá… -comentó.
-Si… yo no estaría seguro de que eso es bueno -comentó Gabriel, cuyos ojos parecían ser los únicos mirando donde nos encontrábamos.
-¿Por qué lo dices…? -iba preguntado John, pero su voz se perdió al momento en que vio las paredes, atascándose en su garganta. Había cuervos, montones de ellos pintados en las paredes, observando desde ramas puntiagudas y oscuras. Podría haber pasado de un extraño fetiche para John, pero teniendo a todos aquellos ojos observando hacia donde quieras que fueras, prácticamente respirando desde las paredes le resultaba simplemente espeluznante.
-¿Soy el único que se siente en un cementerio? -preguntó Gabriel, mirando alrededor con una mueca.
-No amigo, somos dos -masculló John, observando a cada animal como si fueran reales.
-Tres -apuntó Lara.
-Esto está mal… -murmuró Leian, haciendo que John se girara a mirarla solo para ganarse una sorpresa. El espíritu lucía nervioso, realmente nervioso. Algo iba mal, eso era obvio.
-¿Qué sucede? -preguntó el chico, intentando hacer que ella lo mirara, y ella reaccionó, queriendo correr hacia la puerta.
-Hay que irnos, ¡ahora! -gritó, intentando correr a la puerta, pero esta se cerró de un golpe seco, como si alguien la hubiera pateado. Los cuatro saltaron, con John sintiendo a un horrible presentimiento comenzando a anidar en su pecho- ¡mierda! -gritó Leian, su mano empezando a chispear dispuesta a volarla en pedazos, cuando una voz la heló por completo.
-¿Tratando de huir, espíritu? -preguntó el sonido retumbante y antiguo, la clase de voz que hace prologo a tus pesadillas. Leian se giró hacia la puerta con el miedo palpándose en sus ojos como John jamás lo había visto- que lastima -volvió a hablar la voz, mientras la figura de un hombre salía hacia afuera de las sombras. Parecía un anciano decrepito, encorvado y con cientos de arrugas que habían hecho mella en deformar su cara. Su nariz era inusualmente larga y aguileña, y sus ojos pequeños y de un increíble color amarillo. Sus ropas raídas lo cubrían como un manto negro y roto.
Aun así, John sabía que no era solo viejo. Aquel hombre, sea lo que sea, no era humano. Lo sentía en cada fibra de su ser, una advertencia de un poder antiguo que parecía estar a punto de desatarse. Un ruido le llamó la atención, viendo como todos se giraban a ver un cuervo moviéndose, realmente respirando mientras sacudía sus alas como el resto de sus compañeros. 
El corazón de John se heló por completo. 
-En serio, habíamos estado esperándoles… -murmuró el hombre, dedicándoles una maliciosa sonrisa amarillenta, y de pronto todos los cuervos chillaron, volando fuera de la pared y rodeándolos en una muralla de plumas negras.



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